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Agua para el agro: posibilidades y problemas

Publicado: 2012-12-07

Artículo escrito por Fernando Eguren (1), para La Revista Agraria

Tierra y agua son las dos condiciones de producción básicas para la producción agropecuaria. En el número 145 de LRA (octubre de 2012) hicimos un balance sobre la disponibilidad de tierras. En esta oportunidad haremos lo propio con el agua.

Mucha agua, pero mal distribuida

Así como el Perú es uno de los países con menos tierra cultivable por habitante, es, en contraste, uno de los veinte países del mundo con mayor disponibilidad de agua: aproximadamente 72,510 m3/ habitante/año2. Pero sabemos que, por su heterogeneidad y complicada orografía, los promedios en nuestro país dicen poco: cerca del 98% del agua está en la vertiente del Atlántico, mientras que dos tercios de la población y cuatro quintas partes del PBI están en la vertiente del Pacífico, que dispone de menos del 2% del agua.

En la vertiente del Pacífico hay 62 cuencas hidrográficas, pero 80% de ellas reciben muy poca agua la mayor parte del año, por lo que requieren de represas y, en varios casos, de trasvases desde la vertiente atlántica. Esto no deja de acarrear problemas y resistencias entre regiones, como se puede apreciar en los conflictos entre el Cusco y Arequipa, por la irrigación de Majes-Sihuas, con aguas trasvasadas del río Apurímac; entre Piura y Lambayeque, por el trasvase del río Huancabamba a Olmos; y entre Huancavelica e Ica.

Hay que recordar también que, no hace mucho, el Congreso se vio obligado a derogar la ley que declaraba de necesidad pública e interés nacional la ejecución del Proyecto de Trasvase del río Marañón y el represamiento y la derivación del río Huallaga —que tenía fines energéticos y agrícolas—, presionado por las federaciones de comunidades nativas temerosas de un proceso de «sabanización» de la Amazonía. El continuo crecimiento de la población y de la concentración económica en la costa ejercerá presiones mayores por el recurso hídrico, al mismo tiempo abundante y mal distribuido, y demandará del gobierno actual y gobiernos futuros la capacidad de manejar con solvencia y sentido de equidad un horizonte que puede ser muy preocupante.

La depredación de los acuíferos

Además de las aguas superficiales, están las que se encuentran en el subsuelo, sobre todo en la vertiente del Pacífico, cuyo volumen total se estima en 2,700 MMC (millones de metrós cúbicos). Algunos acuíferos han sido sobreexplotados y otros están en camino de serlo. Es el caso del valle de Ica, donde sus tres acuíferos, Ica, Villacurí y Lanchas, están sobreexplotados respectivamente en 76%, 262% y 100%, según un informe de la ANA. Una de las causas reside en la expansión de áreas de cultivo de espárrago para la exportación —alrededor de 10 mil hectáreas—, cultivo que es muy exigente en agua.

La incapacidad del Estado para enfrentar esta situación se evidencia por el hecho de que tan solo el 26% de los pozos de agua están autorizados; el 74% restante son ilegales. También es la ilustración de una agricultura que puede calificarse de depredadora: «Diez grandes exportadoras migran de Ica al norte por agua», anunciaba el diario Gestión (6 de setiembre de 2012), huyendo de la inminencia del estrés hídrico y de la salinización de los suelos que ellas contribuyeron a crear. ¡Luego de agotar el agua y deteriorar los suelos en un lugar, van a hacer lo propio en otro!

La sierra también necesita riego

En la costa no es posible la agricultura sin riego, porque no llueve. Pero aunque en la sierra sí hay precipitaciones, el riego es muy importante, pues la agricultura con riego es menos vulnerable que aquella que solo depende de las lluvias, cuya frecuencia e intensidad son cada vez más imprevisibles debido al cambio climático. Centenares de miles de familias, pobres la mayor parte de ellas, dependen de la agricultura para su alimentación y para sus ingresos monetarios. El cultivo bajo riego tiene mejores rendimientos, lo que es cada vez más importante para la seguridad alimentaria del país.

Sin embargo, la mayoría de pequeños agricultores de la sierra no tienen acceso al agua para riego, pues el interés de los sucesivos gobiernos ha sido invertir en riego solamente en la costa. Las áreas irrigadas en dicha región son alrededor de medio millón de hectáreas. En este contexto, es alentadora la reciente declaración del ministro de Agricultura, Milton von Hesse, de que este gobierno destinará mil millones de soles —más de 380 millones de dólares— para el desarrollo del riego en la sierra. Esperamos que pronto se den más detalles sobre esta propuesta.

En la selva alta hay zonas donde se requiere riego complementario en periodos de escasas precipitaciones, para cultivos que requieren mucha agua, como el arroz y la caña de azúcar. Según algunas fuentes, en esta región hay más de 100 mil hectáreas bajo riego.

Usar bien el agua

No basta acceder al riego; también hay que hacer un buen uso del agua. En muchas zonas se usa en exceso, lo que no solo reduce las áreas irrigables, sino que también contribuye a la salinización de los suelos y a su consiguiente reducción de fertilidad. Se estima que en la costa hay entre un tercio y cuatro quintas partes de las tierras de cultivo que están afectadas por algún grado de salinización. Se estima que la eficiencia total del uso del agua en los sistemas de riego es aproximadamente del 35 %, debido a las deficiencias de los sistemas de riego, a una mediocre gestión y a la inadecuada y poco mantenida infraestructura. Una evaluación3 realizada hace unos pocos años, constató que solo el 15% de los 55 mil kilómetros de canales considerados se encontraban revestidos.

Excesiva contaminación

La contaminación del agua es también un problema mayor. Las industrias extractivas, tanto la minería como la explotación de hidrocarburos, son muy contaminantes, aunque las tecnologías más modernas, la presión de la población afectada y una cierta mejora en la legislación ambiental tienden a reducir la contaminación. Más contaminante es la minería informal, difícil de combatir por la gran cantidad de trabajadores que dependen de ella para sobrevivir y por la poca disposición del Estado de investigar a los grandes capitales que la alimentan y hacen posible. Los deshechos de las ciudades son asimismo grandes contaminantes —menos del 30% de las aguas residuales son tratadas— de los ríos, lagos y del mar; así como la industria, incluyendo la pesquera.

Son muchos los desafíos que el país debe enfrentar para aprovechar, de manera equitativa y sostenible, un agua de calidad. Corresponde a las instituciones públicas, y particularmente al Sistema Nacional de Gestión Pública y a la Autoridad Nacional del Agua, una responsabilidad principal, pero también debe de comprometerse más activamente a la sociedad civil.

Notas

1 Sociólogo, presidente del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES).

2 ANA. Política y Estrategia Nacional de Recursos Hídricos del Perú. Lima, 2009.

3 ANA. Inventario 2007.

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