Depredadores de agua para cultivos en Ica
En menos de diez años, no solo se ha duplicado la demanda de agua de subsuelo en el departamento de Ica, sino que la recarga de este recurso sigue siendo la misma. Cada vez son más las denuncias sobre pozos clandestinos y mafias de agua. Según el ambientalista David Bayer, si esta tendencia continúa, Ica podría secarse en diez años.
Así, no causa sorpresa que una comitiva del Banco Mundial, que realizó una visita al valle iqueño, haya terminado siendo desalojada con bala por usuarios clandestinos de pozos de agua para riego. La demanda de este recurso, mucho mayor que su recarga, provoca la expansión de pozos informales y clandestinos ante la impotencia de las autoridades para controlar dicha situación. Por haberse convertido el agua en un bien escaso y preciado, Ica se parece cada vez más a las películas del viejo oeste norteamericano.
La solución no pasa por realizar más trasvases de la cuenca del Atlántico a la del Pacífico, como ya algunos han adelantado. Si bien es cierto que la salida —desde el sentido común— a los problemas del agua para la costa peruana consiste en utilizar las lagunas que sirven a los ríos de la vertiente oriental de los Andes, también es cierto que con ello no se está resolviendo la sostenibilidad del agua de ninguna forma. La Asociación de Exportadores ha pedido la suspensión de la expansión agrícola allí donde el agua sea escasa. Pero se le plantea un dilema, pues una de las causas de la crisis del agua en el valle son las extensas áreas dedicadas a un cultivo de exportación que consume gran cantidad del recurso: el espárrago. La necesidad de una reconversión productiva debe ser, pues, también tomada en consideración.
Por otro lado —como lo ha señalado un reciente estudio de Progressio, CEPES y Water Witness International —, mientras la atención se concentra en la escasez de agua en la cuenca baja, persiste la falta de acceso a fuentes de agua de calidad en la cuenca alta, en el departamento de Huancavelica.
Es verdad que mucho pasa por la expansión del riego tecnificado, pero es cierto también que deberían existir incentivos económicos suficientes para que la agricultura de pequeña escala pueda realizar las inversiones necesarias.
Hacer fértil el desierto y sostenible la provisión de agua implica una serie de recursos materiales y humanos. Así, no le falta razón a Javier Carrasco —jefe de la Autoridad Nacional del Agua (ANA)— cuando señala que hay que poner al día la tarifa, pero ese argumento aún es insuficiente. Hay que recordar aquí la necesidad de debatir la incorporación de los servicios ambientales (bosques colectores de agua, reforzamiento de lagunas, etc.) como parte de las retribuciones económicas de la tarifa, dentro de una mirada de mediano y largo plazo para la sostenibilidad del uso del agua, ya no a nivel del valle bajo, sino de la cuenca en su integridad.
Antes que pensar en mover las operaciones de agroexportación hacia otros valles de la costa y seguir depredando, falta una discusión mucho más urgente (sobre todo en un contexto de cambio climático y pérdida de glaciares y fuentes de agua) de lo que significa realmente la agricultura en la costa peruana. Es perentorio que las próximas autoridades regionales y nacionales, y la Autoridad Nacional del Agua, comiencen a trabajar en el asunto.
Artículo publicado en LA REVISTA AGRARIA número 122 en el mes de setiembre con el diario La República.
Más información en:
http://www.facebook.com/CEPESRURAL
http://twitter.com/CEPES_RURAL
http://www.youtube.com/cepesperu
