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La inequidad de género persiste en el Perú rural

Publicado en la edición Nº 156 de LRA

Publicado: 2013-11-12

Artículo escrito por Paola Arica y Miguel Ángel Pintado para La Revista Agraria 

El papel de la mujer en el agro es hoy más evidente que nunca. El IV Cenagro,  de 2012, informa que la cantidad de productoras,  691 mil, se ha duplicado en relación  con las 357 mil que, según el III  Cenagro, había en 1994. Esta presencia  femenina es mayor en la sierra, región en  la que más de un tercio de productores  son mujeres (ver tabla 1)

¿Cuáles son las características de la mujer que produce? 

Sin embargo, la persistencia de la inequidad de género es, a pesar de su reducción  en los últimos lustros, un obstáculo para  el desarrollo social de millones de mujeres  y para la superación de los altos índices  de pobreza. En efecto, tres de cada cinco  productoras son minifundistas con superficies  menores de tres hectáreas. La incidencia  del analfabetismo es mucho mayor  en las mujeres: 26%, frente al 9% en varones. El 28% de mujeres no fue a la escuela primaria ni secundaria, cifra que triplica la  de 9% en varones.

¿La actividad agropecuaria produce  suficientes ingresos para la familia? Como  puede esperarse, cuanto más tierras tiene  un productor, mayor es la percepción  de que la actividad agropecuaria le produce  suficientes ingresos (ver tabla 2).

Pero, en términos generales, es mayor el porcentaje de hombres que percibe que  los ingresos son suficientes, que el de  las mujeres que percibe lo mismo respecto  de esos ingresos. 

Acerca de las razones que motivan a las productoras a sembrar determinados  cultivos, las mujeres tienden más que los  hombres a repetir los mismos cultivos y  a tomar más en cuenta los gastos que  requiere su producción.

Una importante diferencia entre los predios conducidos por hombres y los  conducidos por mujeres es el número de  miembros en el hogar. Los hogares de  los predios conducidos por mujeres tienen  menos miembros que los conducidos  por hombres. Independientemente  del área del predio, en aquellos conducidos  por mujeres, más de los dos tercios  de los hogares tienen tres miembros o  menos (mientras que en el caso de los  conducidos por hombres no llegan a la  mitad). Las razones de esta diferencia y  de sus implicancias económicas para el  hogar merecen un estudio más detenido.

En el plano de la educación, las diferencias entre productores y productoras  son importantes. Como ya se anotó, el  28% de las productoras no tuvieron educación  formal alguna (frente al 9% de los  hombres).

En cuanto a la educación primaria, el 54% de los hombres la cursó, pero hizo  lo mismo solo el 46% de las mujeres.  Apenas el 19% de  mujeres cursó la  educación secundaria,  frente al 29% de  hombres para el mismo 

nivel educativo. Esto significa que  las conductoras  cuentan con menos  activos de capital  humano para conducir adecuadamente  sus predios. 

Características del predio  

Por último, también analizamos las diferencias  de género desde el punto de  vista de la conducción de la unidad agropecuaria (UA), para lo cual incluimos las  principales variables que caracterizan esa conducción: el uso de insumos modernos,  la capacitación técnica, las fuentes  de energía, la solicitud de crédito y la  pertenencia a alguna organización. Dado  que las tres primeras variables están  asociadas a la capacidad de adopción  de nuevas tecnologías por parte del jefe  de hogar, será crucial incluir una diferenciación  por alfabetismo. Por otra parte,  las dos últimas variables tienen un  vínculo con la escala de producción de  la familia, por lo que será adecuado, en  este caso, incluir una diferenciación por  tamaño de UA.

En cuanto al uso de insumos agrícolas, las mujeres mantienen prácticas más  tradicionales en comparación con los  varones, independientemente de su condición  de alfabetismo. El uso de abonos  orgánicos está más generalizado en mujeres  jefes de hogar que no saben leer y  escribir, antes que en varones de las mismas  características (85.7% frente a  77.7%), e incluso entre aquellas que sí  saben leer y escribir (78.1% frente a  72.2%). Sin embargo, no hay que olvidar  que la sustitución del uso de abonos  orgánicos por fertilizantes químicos  se da cuando se pasa de una condición  de analfabetismo a alfabetismo, independientemente  del género del jefe de hogar.

Respecto a la capacitación técnica, podemos observar que la proporción de  hombres jefes de hogar que la recibieron,  siempre es mayor que la de mujeres  jefes de hogar en el mismo caso. La cobertura  de la capacitación mejora también  para los jefes de hogar hombres y mujeres  que son alfabetos.

Por último, el uso de diferentes fuentes  de energía también plantea algunas  diferencias de género. Considerando solo los jefes de hogar que no saben leer  ni escribir, el uso de energía humana y  animal es ligeramente más intensivo en  hombres, mientras que el uso de energía  mecánica lo es en mujeres. En el segmento  de jefes de hogar alfabetos el panorama  es similar, con la única diferencia de  que la energía humana es intensiva para ambos géneros (38.9% frente a 39%).

Tanto las mujeres que saben leer o escribir como las que no, hacen un uso más  intensivo de la energía mecánica, lo cual  puede estar ligado con el menor esfuerzo  físico que implica utilizar esta energía,  en comparación con las energías animal  y humana. En general, tanto en hombres  como mujeres, las energías más utilizadas  son la humana y la animal: juntas  comprenden alrededor del 90% de las UA,  lo que refleja un pobre índice de mecanización  en el sector.

En cuanto a la solicitud de crédito o préstamo, las UA conducidas por varones presentan una mayor tasa de solicitud de crédito en comparación con las conducidas por mujeres, cualquiera sea el tamaño del predio. Pero a medida que se trata de UA más grandes, las brechas de género se incrementan; por ejemplo: en UA menores a 1 hectárea, de cada 100, seis hombres solicitaron crédito y cinco en el caso de las mujeres; mientras que en UA entre 10 y 20 hectáreas, 17 de cada 100 hombres solicitaron crédito y solo 11 de cada 100 mujeres lo hicieron. Finalmente, los hombres jefes de hogar están más vinculados a alguna organización, comité o cooperativa de producción que las mujeres, independientemente del tamaño de la UA que conduzcan.

Desde la postura de una política que fomenta la inclusión, la persistente inequidad de género en el mundo rural debe ser enfrentada con medidas que impulsen el desarrollo productivo, la capacitación, el acceso al crédito y una mayor seguridad jurídica sobre la tierra por parte de las mujeres. Estas políticas pondrán un freno a las desigualdades, en favor de un Estado más democrático e inclusivo.

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